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Texto

Del Mes


 

A veces, en una conversación, algo hace saltar la conciencia de que para la otra persona determinada palabra no significa exactamente lo mismo que para ti. Hay muchos ejemplos, pero últimamente no dejo de encontrarme con esa diferencia de significados en una de mis palabras favoritas para aplicar a la LIJ: transgresión.

 

Según el diccionario CLAVE, transgresión es “la violación de un precepto, de una ley o de un estatuto”. Según otros diccionarios, “actuar en contra de una ley, norma o costumbre”. Está claro que, cuando alguien reclama una LIJ transgresora, no está pensando en una LIJ que infrinja el Código Civil, sino en una literatura que desafíe lo establecido, ya sea en su contenido, en su estructura, en la mirada que ofrece el autor… o en el propio lenguaje. Y aquí es donde surge la diferencia de significado.

 

¿Es transgresora una novela infantil porque utiliza palabras como caca oculo?

¿Es transgresora una novela juvenil que reproduce la forma coloquial de hablar de un joven de hoy en día, con sus tacos, sus expresiones y muletillas?

¿Es transgresora una novela porque incluye escenas explícitas de sexo o de violencia?

¿Es transgresora una novela solo por ser lo que se ha dado en llamar “políticamente incorrecta”?

¿Por qué o cuándo es positiva la transgresión?

¿Qué significado subjetivo de “transgredir” es el que puede aportar algo más allá de conseguir escandalizar un poco a alguna mente bienpensante (y a estas alturas, tampoco tanto)?

 

 

Quizá ayude acudir a la etimología: transgredir, de trans (a través de) y gredi (ir). O sea, ir más allá de las normas, más allá de lo socialmente aceptado, más allá de lo convencional. Pero, ¿cuánto más allá? Una opción es conformarnos con decir, vale, transgredamos, vayamos más allá de las normas de buena educación que la sociedad nos ha inculcado: incluyamos tacos en las novelas, escribamos caca, culo, pedo, pis, demos espacio a lo políticamente incorrecto.

 

¿Suficiente?

¿Sentimos que ya somos transgresores?

¿Nos sentimos bien por ello y nos quedamos satisfechos?

¿O podemos ir todavía un poco más allá y tratamos de que nuestra transgresión sea un poco más profunda y motivada?

 

Transgredamos, pero superando la actitud pueril del peque que se ríe cuando lee la palabra culo, la del adolescente encantado consigo mismo porque sus palabras o sus actos escandalizan a las viejitas que le observan desde un banco, superando el alboroto del que se ruboriza ante una escena de sexo. Hagamos una transgresión que merezca la pena.   Una transgresión que espolee el inconformismo ante las injusticias estructurales que tan cómodamente consideramos inevitables. Una transgresión que cuestione la realidad tal como la conocemos e incite a cambiarla

 

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Transgredir ¿para qué?

Oscar Arley Noreña

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Sobre el elogio de la dificultad “Reflexiones de una adolescente distraída”

 

Un nuevo amanecer se abre ante mis ojos, muy lentamente salvo esa cortina que separa el sueño de nuestras vidas y poco a poco, con mi lento peregrinar de disquisiciones empienzo a organizar esas mis ideas. Y luego las sabidas palabras de agradecimiento por un día más en mi vida y las apremiantes tribulaciones de un genio incomprendido, ese vacilante calvario de lenguajes que giran y giran como un torbellino de consortes reconciliadas. En fin, me digo para mis adentros ¿qué es una bendición más o una bendición menos en los imaginarios de mi mocedad? ¿una señal o el sino de mis propias desventuras?  Leer más 

 

Un día de estos.

Cuento de Gabriel García Márquez

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